06 septiembre 2011

Para Elohim, para los míos y para mis amigos y amigas

Por Luis Monard   

El 10 de agosto de 2011, fecha en la que cumplí 86 años de edad, Elohim escribió para mí una nota que colgada en Facebook rebotó lo que ha permitido opiniones diversas. Elohim cierra la nota así: "al padre tenemos que disfrutarlo ahora y agradecerle incansablemente por su cariño a veces imprudente, por sus aciertos que pasan desapercibidos y por sus desaciertos involuntarios, porque de todas maneras llegará el momento en que será demasiado tarde"

"Luis Monard, el inmortal", dice Elohim, y esta sí que es una verdad no discutible. Cómo no voy a ser inmortal si siendo como soy el tronco de los Monard, mis hijos, mis nietos y mis bisnietos, que tienen mi sello inconfundible y mi genes, son los que vivirán respondiendo a mis aciertos y mis desaciertos. Los mayores que son cuatro (faltando uno que ya no está con nosotros pero sí a la Diestra de Dios padre) son los que saben, conocen y hasta soslayan mis errores y mis defetos que son muchos. Pero estos defectos y estos errores no podrán jamás repetirlos porque, como diría Miguel de Cervantes y Saavedra, "de cuyo nombre no quiero acordarme".

"Luis Monard no es perfecto. Tiene nostalgias y resentimientos." Lo que hice, lo que pude hacer y lo que no pude está reservado para ustedes mis hijos, mis nietos, mis bisnietos. Cuanto puedan hacer háganlo bien, con amor. Amen todo cuanto les rodea: la familia, los amigos, la naturaleza, sobre todo el hogar.

Escuchen las noticias que se dan cada día, lean los diarios, las revistas y todos los libros que puedan comprar o que llegan a sus manos. Asistan a conciertos, escuchen la música de los grandes maestros.

Y vivan pensando que Dios es el único camino a seguir porque ahora hasta los agnosticos piensan en él: "Creyentes y no creyentes debemos alegrarnos por eso de lo ocurrido en Madrid en estos días en que Dios parecía existir, el catolicismo ser la religión única y verdadera, y todos como buenos chicos marchábamos de la mano del Santo Padre hacia el reino de los cielos" (Mario Vargas Llosa).

Si tengo y he tenido las palabras toscas y torpes además, infinidad de errores y defectos, pido perdón a Dios... solamente.

10 agosto 2011

Luis Monard, el inmortal

Luis Monard no da malas noticias. Si por alguna circunstancia fuera el único llamado a darlas, se encarga antes de transmitir fortaleza y coraje. Y hay veces, no pocas, en que las malas noticias las convierte en buenas y sus ojos nos miran con la sonrisa serena de así es la vida. Es un experto en vidas, pero acostumbra decir que no lo fue con la suya. También es experto en llevar las procesiones por dentro y en hacer olvidar las penas sin tocar jamás el tema.

De Luis Monard aprendí la ética del cuidado y que todo en la vida es prestado. Que la mentira y el robo denigran a la persona. Que las preguntas sobran si las respuestas son obvias o mezquinas. Que el cadaver de tu enemigo sí pasará por la puerta de tu casa. Que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, pues con paciencia y trabajo todo tiende a mejorar.

Luis Monard no es perfecto. Como toda persona tiene nostalgias y resentimientos. Hace ya varios años que he puesto su capa de súperman en el cajón de mis juguetes. A cambio guardo en mi biblioteca la única copia de un libro escrito por él, en que da cuenta de varias de sus humanidades. Pero la vida le ha enseñado que no hay nada más saludable que la conciencia tranquila y esa sola insinuación cae sobre sus errores pasados como la lluvia borrando pizarras en las calles.

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Luis Monard tuvo siete hijos, de ellos vinieron once nietos y está por nacer el sétimo bisnieto. La mayor de sus hijos tiene más de sesenta años, la menor pasó recién los veinte. Uno falleció doce días antes de mi nacimiento y presumo que tiene la culpa de mi nombre y mi miedo a las alturas. Se casó tres veces Luis Monard. Paradojas del destino: su primera mujer falleció un 24 de marzo, su segunda mujer cumple años cada 24 de marzo y yo vine al mundo el 24 de marzo. En el colegio siempre pensaban que era mi abuelo. Con Odisa, mi mamá, ha celebrado más de 30 años de casado. Luis Monard y Odisa Rivas han mostrado que no es un cliché que el amor trasciende las edades, más aún, me han demostrado que el amor se construye cada día, como ya se dijo, con paciencia y trabajo.

Su abuela Toribia Vásquez recibió el primer piano que llegó a Iquitos y su madre Elisa era la mejor concertista en la ciudad durante la época del caucho. Su padre, el incognito Edmund Euderico, al parecer era navegante por esos años; las pistas me dicen que vino de un lugar de la Amazonía brasilera entre el río Madeira, principal afluente del río Amazonas, y su origen en el río Mamoré, posiblemente de la ciudad de Aripuana o de algún lugar llamado Samauma. El abuelo se fue dejando a Luis Monard tan niño que todavía lo extraña. Sus hermanos apellidan distinto a él, lo que lo hace tronco de la estirpe Monard en el Perú y el espíritu de las próximas generaciones.

Luis Monard ha sido protagonista de la Amazonía. El pintor Pablo Amaringo, por ejemplo, me contó personalmente lo que repite Roger Rumrrill en una crónica: cuando Luis Monard era su jefe en la Aduana de Pucallpa, este le pidió que pinte una banca y lo hizo tan mal que le recriminó diciendo "Pablo, tú sirves para todo menos para pintar". Amaringo me dijo con agradecimiendo que esas frases lo empujaron a ser el pintor más original de la selva peruana. Quisiera mencionar también su lugar determinante pero discreto en los Pucallpazos, aunque no entraré en detalles. Luis Monard tiene el don del maestro. Enseña hasta cuando no enseña.

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Hoy 10 de agosto de 2011, Luis Monard cumple 86 años; si me lo preguntan, se gradúa de inmortal. Vive y nos acompaña con su buen humor todos los días allá en la selva peruana, pero también habita en ese universo paralelo de hombres inmortales donde se adquiere la paciencia de los árboles y la perseverancia de los ríos, aquel espacio que Jorge Luis Borges describe con sencillez:
"Adoctrinada por un ejercicio de siglos, la república de hombres inmortales había logrado la perfección de la tolerancia y casi del desdén. Sabía que en un plazo infinito le ocurren a todo hombre todas las cosas."
Hay dos elementos que acaban con todo, me dijo Luis Monard alguna vez: el tiempo y el fuego. Y en ocasiones, cuando siento ese vacío en el estómago porque los años pasan irremediablemente y nos acorralan como paredes que se cierran hasta aplastarnos, me despiertan ganas de meter al tiempo en una hoguera. Con el tiempo ardiendo hasta borrarse de la imaginación quizás los días se deslicen en desorden y podamos ser hijos o padres indistintamente y vivamos distraidos del malestar de fugaces llegadas y lentas partidas.

La tranquilidad de nosotros los mortales no reside en alcanzar la inmortalidad, sino en desterrar al tiempo. Lo dijo Borges con su pulcra pluma: "Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse mortal." Luis Monard es inmortal porque su vida es un sueño constante, porque cada día que cumple le agrega un día más a su siempre lejano futuro, porque su cuerpo no hace juego con su sabiduría y porque nos obliga alegremente a nosotros los suyos a ignorar la muerte.



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A Luis Monard le gusta la yapa, aunque no suele pedirla. Aquí dos videos cortos que nos recuerdan que al padre tenemos que disfrutarlo ahora y agradecerle incansablemente por su cariño a veces imprudente, por sus aciertos que pasan desapercibidos y por sus desaciertos involuntarios, porque de todas maneras llegará el momento en que será demasiado tarde.

(Aquí la breve respuesta de Luis Monard a esta crónica.)



04 agosto 2011

Algunas hojas de la Feria del Libro de Lima

Después de un año y medio, vuelvo a la Tormenta. 
Hoy hablaré de literatura.

"Asuntos amazónicos para el mundo" era la descripción de este blog, que he cambiado a "Asuntos de un amazónico para el mundo". La reingeniería del concepto es simple: antes solo comentaba temas vinculados con la selva peruana, desde hoy hablaré con el corazón amazónico sobre cualquier asunto. Además, al iniciar este blog todavía vivía en Pucallpa, hoy puedo estar en Lima o en cualquier otra parte, a donde me lleve el río...

La semana pasada visité tres veces la 16 Feria del Libro de Lima (que cerró ayer), dos en compañía de Alessandra, quien fue la cliente ideal en algunas librerías: sabía los títulos que quería porque está explorando nuevas narrativas y quería ediciones de lujo, o al menos las de mejor hechura, para adornar su biblioteca.

El martes caí de repente en la Feria, solo, ya que me enteré unas horas antes que era la presentación de Las Tres Mitades de Ino Moxo y Otros Brujos de la Amazonía, de César Calvo, novela  que llevaba treinta años esperando una segunda edición. Era un día especial porque se celebraba también el nacimiento de este maravilloso poeta, que fallecíó en el 2000 dejandonos a los vivos antojos de una vida tan bien vivida. Fue una presentación breve y sincera, con la madre de César de 101 años en primera fila. Gracias a Peisa por la reedición de este libro, tan valioso para el Perú y su Amazonía.

Presentación de Las Tres Mitades de Ino Moxo en la 16 FIL

Me dentendré un par de párrafos en César Calvo porque hace casi diez años conocí su obra gracias al también poeta y excepcional amigo de tertulias Javier Dávila Durand, quien me concedió la dirección de Bubinzana, suplemento cultural de su revista Proceso, justo para lanzar una edición especial dedicada a César. (Lo que representa Bubinzana, mucho más allá de la revista, merece toda una crónica aparte.) Javier fue muy cercano a César, por eso lo menciona con el seudónimo de Don Javier en Las Tres Mitades de Ino Moxo. Javier compartió conmigo fotografías y manuscritos de César mientras me contaba algunas confidencias que no me atreveré a repetir. Años después, Fernando Ribeiro me regalaría un viejo ejemplar de la primera edición de Las Tres Mitades de Ino Moxo con un sticker de la cerveza San Juan pegado en la segunda página. En ese entonces, conseguir un ejemplar era como encontrar una caoba en la selva.

Otro recuerdo relevante es durante la momumental exposición Amazonía al Descubierto, en la Casona de San Marcos (2005), donde Christian Bendayán estuvo a cargo de la curaduría de la alucinante puesta titulada La soga de los muertos, en gran parte inspirada por Las Tres Mitades de Ino Moxo. Durante la visita, que fue guiada por el propio Christian, él me mostró una hermosa pintura de un árbol con frondoso ramaje frente a un Cristo tallado a cuyo autor reconocí inmediatamente, y me señaló un cartel a su lado con una cita recogida del Capítulo 5 de las Tres Mitades de Ino Moxo: "El Cristo de madera abre sus alas sobre la pares, frente al renaco azul que pintó Yando Ríos."  La escultura, se dice en el libro, es de autoría de mi abuelo Agustín Rivas y Christian había reproducido la escena. Por todo lo dicho, estar en la presentación de la segunda edición de la novela más mágica que he leido era una obligación yo diría umbilical.

Aquí les dejo una crónica de Paco Bardales que recomiendo leer hasta el último comentario y un poema cantado por el propio César Calvo conmemorando la muerte de Javier Heraud, con quien compartió el premio "Poeta Joven del Perú" en 1960:



Regresamos a la Feria del Libro y recorreré indistintamente mi segundo y tercer día allí. La mención a Paco Bardales no fue gratuita. Es uno de los promotores culturales de la Amazonía más importantes que tenemos en el Perú, por su versatilidad y sus logros. Siendo muy joven, ha sido director del Instituto Nacional de Cultura en Loreto y es reconocido en la blogósfera por su Diario de IQT. En el stand de la editorial loretana Tierra Nueva pude conseguir su libro de crónicas IQT Remixes, en su estilizada edición que tenía por deuda leer. Vale mencionar que Tierra Nueva tiene poemarios del arriba mencionado Javier Dávila Duurante y que donde ellos también compré el libro de entrevistas de César Hildebrandt, Cambio de Palabras, en su tercera edición corregida. Las entrevistas a Borges, Velasco y Haya de la Torre, además de ser retazos dibujados de Historia pura, hacen que me pregunte a dónde han ido a parar los verdaderos entrevistadores en el Perú.

Quiero dedicar un párrafo corto a la edicion de la novela La Vorágine que encontré en el stand de la Embajada de Colombia gracias a la recomendación del bien mencionado Paco Bardales. El colombiano José Eustasio Rivera publica esta novela en 1924 y 1925 y narra la crueldad de la época del caucho en la selva del río Putumayo. La edición colombiana es un libro de colección del 2007, que ya no pude comprar y espero poder encontrar con 140 soles en el bolsillo.

La Feria del Libro también ofreció algunos espectáculos. El miércoles 27 por ejemplo pudimos disfrutar de una noche de tango en la que se cantó, literalmente, a nuestras fiestas patrias. Ale con su lista rigurosa terminó comprando menos libros que yo. Y terminaré esta crónica enumerando los otros libros que me compré con el afán de iniciar un proceso de encuentro con los clásicos, tema que podría ser motivo del próximo post:
  • Mis ideas y opiniones, Albert Einstein.
  • La riqueza de las naciones, Adam Smith.
  • Arquetipos e inconsciente colectivo, Carl Jung.
  • La Odisea, Homero.
  • El laberinto de la soledad, Octavio Paz.
  • La multitud, la ciudad y el campo en la Historia del Perú, Jorge Basadre.
Por último, también encontré en el stand de la Universidad de Lima el Número 6 de la revista Un Vicio Absurdo en donde publican tres poemas míos por haber obtenido la mención honrosa del concurso de poesía de esta universidad en el año 2010.