23 agosto 2007

Desde el epicentro equivocado, apuntes sobre el terremoto en Ica

Las primeras noticias del terremoto dieron como epicentro a Pucallpa, a pesar que el verdadero corazón del sismo fue al otro extremo del país, en las costas de Ica. A mi me cogió terminando una actividad con jóvenes de varias organizaciones, en un pequeño salón donde habremos estado casi veinte personas. Como se acostumbra, nos estaban sirviendo gasesosas y galletas. Era la gaseosa más caliente que había tomado. Aquí dejas quince minutos el líquido al sol y entra en proceso de evaporación. Nuestras miradas comentaban en secreto la bebida, cuando sentí que mi cuerpo y mi silla se movían en un vaivén tenue pero larguísimo. Para ese momento alguien ya había lanzado una broma sobre la gasesosa y reíamos distraídos. Hasta que Shankar, apoyado en la pared, rompió el hielo y dijo, No se preocupen que yo la aguanto, y recién despertamos al temblor. En el fondo (no comento esto sin cierta verguenza) muchos pensámos que la gaseosa caliente nos estaba mareando. Pude confirmar luego, al conversar con otras personas más, como mi mamá, que la supuesta mareación fue común por aquí, hasta le echaron la culpa al colesterol por el temblorcito.


Cuando llegué a mi casa apliqué lo que todo comunicador peruano, de academia o empírico, hace en casos como éste: Me conecté al messenger, entré a la página de El Comercio mientras googleaba con las palabras "sismo perú", prendí RPP en la radio de mi celular y los noticieros del televisor a un volumen prudente. Empezaba a notar la confusión del Perú entero cuando me llamó a mi celular Adrie, desde Arequipa (sí, mi celular recibió una llamada e hizo otra, ambas con preocupación, pero ninguna con Lima), preguntándome si estaba bien porque el cable había anunciado el epicentro en Pucallpa. Me extrañé. Tremenda equivocación. Mis amigos en el msg me narraban desde Lima el susto de sus vidas y huevon que tal ajuste, ¿hasta allá se sintió? pero ni cagando tan fuerte, acá se movía tanto que no se podía salir, la que te perdiste, varias lunas se rompieron, hasta el cielo se prendió. Después los titulares fueron confirmando el resto: el mar de Pisco, casi ocho grados, Alan subestimando el terremoto, cuidado que se viene el tsunami... y la historia que no vale la pena describir una vez más, para eso tenemos la televisión.

El último temblor importante que hubo en Pucallpa, hasta esta tarde de agosto, fue el 25 de setiembre de 2005. Entonces yo vivía en Lima y recuerdo haber conversado con mi familia bastante extrañado (la misma extrañeza ante la llamada de Adrie), por haberse sentido el movimiento en dos ciudades tan alejadas. Me dejé llevar por la intuición y supuse lo correcto: en algún lugar del Perú, entre la selva y la costa, posiblemente en los andes, el fenómeno debe haber sido peor. El sismo en San Martín, ceja de selva en el norte peruano, dejó cinco muertos, 400 casas destruídas y más de dos mil damnificados. De este hecho hace solamente dos años. Hace una semana, el 15 de agosto, temí otra vez lo peor. Estuve prácticamente convencido que si el sismo había tenido presencia en Lima y Pucallpa, sin ser el epicentro en ninguna, entonces alguna población intermedia debía estar sufriendo una verdadera desgracia. Un amigo en el msg me respondió una frase que a estas alturas era casi una plegaria: ojalá que no. ¿Cómo es posible, pues, que a tres horas del sismo, Alan García se atreva a especular que "afortunadamente no ha traído una catástrofe con un inmenso número de víctimas como sería previsible"?

(Una semana antes del sismo en San Martín, coincidentemente había dejado de trabajar para INDECI. Tal es así, que mis excompañeros decían que me había llevado conmigo la buena racha. El Jefe de la institución era Juan Luis Podestá, un contralmirante en retiro de rostro rígido y pocas palabras, que transmitía autoridad además de un alto apego hacia la efectividad. A la llegada del gobierno aprista fue removido para que ingrese el coronel Luis Palomino. He conversado recientemente con amigos que trabajaron con Juan Luis Podestá y coinciden que su gestión del desastre hubiera sido otra, por razones tan condundentes como la experiencia en el cargo, las relaciones alcanzadas a nivel internacional, su orientación a los daminificados, capacidad de mando, etc. Es cierto, INDECI, y más precisamente el Sistema Nacional de Defensa Civil, tiene problemas institucionales y burocráticos, especialmente en lo que a prevención, manejo de información y liderazgos locales se refiere, pero Juan Luis Podestá lo advirtió en el 2004. En situaciones como esta salta a la vista que los cambios arbitrarios de funcionarios por motivo políticos pueden llegar a cercenar años de aprendizaje y continuidad, especialmente en un tema de tanta vulnerabilidad y que requiere la mayor especialización.)

En la selva peruana la naturaleza nos da duro. En diciembre del año pasado, el río Huallaga se desbordó desde Tingo María hasta Tocache, aunque sus efectos alcanzaron parte de Junín y Huancavelica. En total hubo cinco muertos y más de cinco mil damnificados. Muchos peruanos, recién a partir del terremoto en Pisco, nos damos cuenta de la dolorosa connotación de la palabra damnificado. Por si caben dudas, UNICEF nos ilustra. Damnificado: Persona afectada por un desastre, que ha sufrido daño o perjuicio en sus bienes, en cuyo caso generalmente ha quedado ella y su familia sin alojamiento o vivienda. Muertos y damnificados, sean cinco o quinientos, cinco mil o diecisiete mil, son una tragedia nacional, una catástrofe, un duelo. Al no prevenir, los peruanos (Estado, empresarios, organizaciones, medios de comunicación) hemos demostrado desdén a las personas que han sufrido los embistes y revolcones de estos desastres en los últimos años, porque su ejemplo no ha servido siquiera para eso, para sensibilizarnos. Sumadas a las pérdidas humanas, estas personas pierden negocios o cultivos, quedan enfermas o traumadas irremediablemente, y encima reciben dos castigos más, como si se tuvieran la culpa: la indiferencia y la incertidumbre. Ha tenido que pasar un terremoto de consecuencias descomunales para reaccionar. (A propósito, también podemos leer Defensa Civil ¿tarea de todos? en el editorial de ayer de Perú 21.)

Ha sido justamente reconocida la solidaridad de los peruanos que han entregado donaciones, esfuerzo y tiempo, puntos blancos en medio de politiquerías e insensateces. Yo hago una mención especial a los jóvenes de Lima y sus organizaciones. Pero tengo que hacer también algunas distinciones coyunturales. Ayer con unos amigos, alrededor de unas cervezas, pregunté si la respuesta hubiera sido la misma si el terremoto hubiera sucedido acá en la selva. No. ¿Por qué? Pueden ser varias las razones aludidas. En Lima sintieron el terremoto como suyo, por el temblor y el susto, entonces han sido presa de una profunda sensibilidad. Superadas las primeras dificultades, el acceso a la zona de desastre en Ica es relativamente viable en comparación a otros lugares de nuestro teritorrio, donde la movilización de los medios hubiera sido más limitada, sobre todo si de la selva se trata, ¿a ver si pasa algo en Atalaya o Yurimaguas? Lima es el centralismo (imaginado y tangible a la vez); Ica no está lejos de sus fronteras, está en sus márgenes, comparte la costa. ¿Y el resto de Perú? El Estado, los empresarios, las comunicaciones, las organizaciones humanitarias y la tercera parte de los ciudadanos dispuestos a ayudar están en Lima. Tan grave es el problema que las autoridades regionales y municipales de Ica, jefes de Defensa Civil en su zona, brillaron por su falta de capacidades. Si la capital no se moviliza, los esfuerzos de las demás provincias son insuficientes. Mientras tanto, la selva peligra también de incertidumbre e indiferencia, pero con el agregado de la deforestación y los cambios climáticos. Después no digan que no se advirtió.
A PROPOSITO DEL CENTRALISMO RECOMIENDO ESTE POST:

1 comentario:

Anónimo dijo...

Elohim, que gracioso lo que comentas de la gaseosa Seguro estaba "adulterada".

Aprovecho tu espacio para comentarles que en la Librería Virtual de El Gato Descalzo estoy ofreciendo el siguiente libro:

* El Árbol de Sodoma de Jorge Nájar (2007, 373 pág.).

Novela ambientada en la selva. Tres historias que pueden leerse de forma independiente: Los protagonistas se enfrentan al terrorismo y narcotráfico pero también se encuentran con creencias, mitos y leyendas que perduran hasta nuestros días.

Además de diversos libros de autores peruanos (Ayacucho, Huancavelica, Huánuco, Lima, Pucallpa, Piura, etc.) y extranjeros. Novelas, cuentos, ensayos, investigaciones.

Para mayor información escribirme a cosasquemepasan@gmail.com

Saludos.