27 marzo 2008
¿Y dónde está el hortelano?
Alan García se la pasa diciendo que varios peruanos ni comemos ni dejamos comer. Aunque los indígenas amazónicos son de los más achacados, por ser quienes junto con ONGs, académicos y demás instituciones, supuestamente "han creado la figura del nativo selvático 'no conectado'; es decir, desconocido pero presumible, por lo que millones de hectáreas no deben ser exploradas, y el petróleo peruano debe quedarse bajo tierra mientras se paga en el mundo US$90 por cada barril". Al respecto, Alberto Chirif responde aludiendo que "el respeto a los derechos de pueblos con organización social y económica diferente a la hegemónica, es otra condición para construir un país sano. También, por supuesto, el respeto a su integridad y su vida, sea que se trate de población no contactada (no es 'no conectada', señor presidente) o contactada."
Otro tema me preocupa. Y está en la naturaleza de la analogía misma, de origen español, famosa por la obra homónima de Lope de Vega. El perro por ser carnívoro, no come hortalizas. Al ser guardían, no deja que comerlas, ni siquiera a su dueño. Entonces, si existiese este perro que no deja "comer" la selva amazonica, ¿quién es su dueño? Y por consiguiente, ¿quien es el dueño de las hortalizas? Las tierras legalmente le pertenecen al Estado peruano mientras no se privaticen. Pero son simbólicamente, a manera de decir tradicional, ancestral, culturalmente, de los indígenas que han poblado esa zona más de 3 mil años.
Estos 30 siglos que han permanecido los indígenas en la selva complejiza más el hortelanismo, pues "(...) lo que se ha dado en llamar 'conocimiento tradicional' es más que la sabiduría actual de nuestros pueblos sobre la biodiversidad que los rodea, su conocimiento sobre cómo cuidarla y cómo utilizarla (...) éste hace parte de la biodiversidad misma, ya que ella se ha venido transformando a través del tiempo con el manejo que los pueblos indígenas le han dado, con esas innovaciones surgidas de nuestra propia ciencia", dice el líder indígena colombiano Lorenzo Muelas Hurtado. Vale decir que ningún extremo es saludable y que es miope (como poco estretégico) solamente promover privatizaciones e inversiones extranjeras, casi sin condiciones, cuando resulta imprescindible la investigación y el aprovechamiento de nuestros 'conocimientos tradicionales', amparados por ejemplo bajo la Ley 27811 e Indecopi. Una cosa es ser perro del hortelano, otra peor es ser perro faldero.
Es conveniente preguntarse ahora, ¿qué es comer para un hortelanista? Releo el artículo del actual presidente y alcanzo siempre a la misma conclusión: es invertir en una riqueza natural gracias a la acceso a su propiedad, generando sobre todo más empleo. Hermando de Soto me parece un hombre inteligente por haber defendido esta estrategia sobre la cual profudiza, desde antes que García, como un medio para el desarrollo capitalista de un país, pero lo seguirá siendo mientras no pase por encima de los derechos civiles y colectivos de algunos peruanos.
El ejemplo achuar vs. petroleras es paradigmático. BBC Mundo ha publicado hace pocos días en su portal web un reportaje (Perú: tribus vs corporación) donde se dice que "una gran corporación llega a una selva impoluta y comienza a destruir el medio ambiente y, sucesivamente, el medio de sustento de la población indígena que vive ahí. Pero ahora la trama parece que se invierte, pues han surgido casos de pueblos indígenas que están invadiendo el terreno de las grandes corporaciones para retarlas en su propio juego." Es decir, la libertad a las petroleras no es nueva, pero ante la falta de fiscalización, la corrupción, la irresponsabilidad empresarial y la indiferencia hacia el otro peruano pobre o indígena, se volvió libertinaje, y trajo contaminación ambiental y social. La segunda más que la primera en varias zonas mineras, como Yanacocha. Tal es la condición de los indígenas, cuando invaden son culpables y cuando los invaden también, porque a perro flaco todo son pulgas.
El hortelanismo entonces es relativo y depende de quién comerá las hortalizas, mas no de quien es el hortelano. Las comunidades indígenas amazónicas guardan en su lengua y su conocimiento tradicional un recurso del cual todavíase nutren (valga como sinónimo superior a "comen"), pero no hemos sabido metabolizarlo con el resto del país. Si se los quitan abruptamente, así sea una propiedad tan solo de caracter simbólico, que no lo es, porque es vital, se podría hacer un daño tremendo a nuestro mayor intangible, al más importante banco de conocimientos sobre la biodiversidad amazónica. Ahí la gran falacia del perro del hortelano.
La intención de aprovechar los recursos naturales amazónicos es meritoria, pero la estategia es sesgada, obtusa. Muchas veces los medios justifican los fines, porque los medios se palpan en el día a día, mientras los fines son ilusorios, casi supuestos. Es muy probable que veamos cómo las privatizaciones y otras políticas similares colman el territorio amazónico y que eso sea lo único que veamos. Los beneficios del hortelanismo requieren de mucho más esfuerzos en legislación y educación, en reconocimiento e inclusión, para que recaigan sobre los pueblos indígenas y el resto de peruanos. Por eso es comprensible la posición indígena. Porque sus hortalizas han sido saqueadas por perros durante siglos. Y a pesar de las mejores intenciones, la desconfianza es tan natural ahora como los recursos en juego. A otro perro con ese hueso.
23 marzo 2008
El Atalaya que extraña Atalaya
Estuve en Atalaya una semana. Varias cosas hay para contar y encantar, como la hermosa vista al rio Tambo, que a menos de dos kilometros más arriba se une al Urumbamba para formar el Ucayali, pronto Amazonas. Guarda una expectativa que se ha vuelto típica en varias partes de la amazonia: la construcción de la carretera que la unirá a Puerto Ocopa y, por lo tanto, a Lima y al Perú.
Vista aérea de Atalaya*
Me senti comodo en tal pueblo, por ser apacible, discreto, atento, seguro; sin asaltos ni miedos dignos de las ciudades mas grandes. Su tranquilidad puede ser producto de la importante presencia catolica, con radio, colegio y universidad propia.
Las culturas amazónicas estan vivas en la plaza y la radio, sus espacios más publicos. A la pequeña ciudad capital la rodean casi 40 comunidades indígenas, en su mayoria asheninkas y ashaninkas, aunque también hay una mediana presencia de yines y shipibos. Los idiomas se mezclan en la hora intercultural de radio San Antonio o en La Nueva Voz Indigena de radio Galaxia. Los trajes tradicionales, las cushmas de cada etnia, que visten los alumnos de la Universidad Sede Sapientiae, pintan y dibujan la plaza central.
Vista al río Tambo desde el malecón*
En medio de la plaza, Juan Santos Atahualpa, imponente y dorado, mira hacia la municipalidad. Personaje de leyenda. Héroe oculto en la selva. Rebelde ashaninka. Sus revueltas indígenas son todavía un pasaje algo distraído de nuestra historia. Fue el líder de la rebelión indígena más grande del Perú, que latió diez años en el Gran Pajonal, desde 1742. Anturo Enrique de la Torre Lopez, estudioso de Apu Inca, como se nombró el propio caudillo, comenta que:
De entre los levantamientos utilizados como ejemplo de lo 'inhabitual', se encuentra la revuelta de Juan Santos Atahualpa que junto a la de José Gabriel Condorcanqui aparece como fenómeno emblemático del siglo XVIII.
Apu Inca en la plaza de armas de Atalaya*
Conversaba con Raúl Vasquez en su oficina de Imagen Institucional de la Municipalidad de Atalaya, con su voz que nunca deja de hacer locución radial. De su ventana se veía al dorado atalaya. Le conté que hace algunos años, en el marco de la exposición Amazonia al Descubierto, había una serie de imágenes del artista ashaninka Enrique Casanto, bajo la curaduría de Pablo Macera, inspiradas en la visión indígena de la rebelió, lo que incluía la narración del legado revoluncionario de Josecito, hijo de Apu Inca. A Raúl le pareció también inédito. Así que le recomendé comunicarse con el Seminario de Historia Rural Andina de la San Marcos y de ser posible con el propio Macera.
Poco después Xuxa, mi compañera de viaje, me contó que la UGEL (Unidad de Gestión Educativa Local) de Atalaya tiene toda la intención de transmitir a los estudiantes la historia de Juan Santos, pero no tienen documentación que les sirva de fuente o material didáctico. Esto me recordó un proyecto de Inka Kola, unas mochilas que incluian, entre algunos útiles escolares, un libro ilustrado con cuentos y tradiciones indígenas, cuyo contenido fue adquirido de propio Macera. Esperemos que pronto la Municipalidad de Atalaya encuentre a Macera o a la Inka Kola, por el bien de la memoria y la educación de los niños amazónicos.
Joven ashanika durante encuentro indígena
(*Cortesía Héctor Sinti, radio Ucayali)
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